domingo, 2 de noviembre de 2014

Dos gordos y un tercero.

Dos gordos se esconden porque así necesitan estarlo.
Se dan vuelta y ven el vacío que los refleja. Se acerca un tercero con timidez desde otra dirección. Pretende descubrirlos. Con inquietud empieza a buscarlos de la misma forma que lo hacen los ojos con la sombra cuando apuntan hacia arriba.
Los dos gordos corren y se esconden detrás de una pared. Por un segundo están a salvo.
Hay más que un solo escondite. Lo piensan. Aprovechan.
El otro se siente solo, quiere verlos, contarles cosas. Los ve por momentos y vuelve su esperanza pero al segundo no están más. El cielo se oscurece, el vértigo lo invade y cree ser el único que se siente de esta forma. 

La cacería había comenzado. Varios asistieron porque querían ver quienes lograban su objetivo. Los dos gordos eran tan felices, buscándose entre ellos, amotinándose tras el sol. Ahora debían preservarse con el espíritu de la liebre suelta.
En la puerta de una de estas construcciones encontraron una escalera. Parecía práctica y la tomaron sin pensarlo. Quizás llegarían bajando hacia la felicidad.
Se escondieron en un agujero rodeado por rejas verdes que prometía resguardo y esperaron.

El gordo no los veía. Lágrimas empezaron a brotar de sus ojos y mojaron la tierra con la intensidad característica del agua.
Y se vieron. Corrió hacia ellos. Ellos huyeron de él. El mejor camino que encontraron fue hacia abajo. El los siguió.
Un piso de distancia, parecía la muerte. 
De repente, todo era invisible, nadie veía a nadie. Todo era lo mismo. 
Se habían chocado contra el piso.

La niebla invadía la ciudad.




sábado, 21 de diciembre de 2013

Vi luz, y seguí de largo.

Abro.
Abro los ojos
las manos
veo.
Veo que aunque intente,
el fracaso puede llegar.

Cierro.
Cierro los ojos
las manos.
Los pulmones,
para no respirar.
Veo que aunque intente,
puedo seguir respirando.

Larga vida que bien corta se hace
solamente abriendo y cerrando
los ojos
las manos
los pulmones
la vida.

Cerrar cerrado.
Mejor abro
Mejor veo
Mejor toco
Mejor respiro.
La vida es corta, sobretodo
cuando abro y cierro los ojos
(parpadeo)
y los veo, en esos ojos.
Por un instante. Instante.
Intanste.

Constante.

sábado, 7 de septiembre de 2013

Italia. Nápoles



Bueno. Decidí empezar a escribir. Más bien, las circunstancias del caso me lo han permitido. Básicamente porque estar en Palma de Mallorca, con un verano perfecto (de 20 días, sólo 2 con lluvia), no ayuda mucho con este tema de sentarse con la computadora a contar las miserias (¿???).
Después de una despedida corta con mi familia con el objetivo de evitar llantos evidentes, el cuñado de mi prima, Javier, me llevó al aeropuerto. La sensación era muy mezclada. Ganas de quedarme no me faltaban, pero sentía que tenía que empezar mi viaje. Hasta ahora, había sido bellísimo (re)encontrarme con la familia, a quien no conocía y me envolvieron en una nube de cariño y generosidad que me sorprendió gratamente; pero ya hablaré del tema en algún otro post dedicado a mis días en Palma.
Entonces, con los nervios de siempre antes de subir a un avión, me fui. 

Llegué a Nápoles luego de hacer conexión con Barcelona, y experimentar el retraso de un avión por primera vez. Peor la estaba pasando una chica nigeriana que a duras penas hablaba inglés, que iba a probar suerte a Italia.  Así que compensé un poco del equilibrio universal quedándome con ella.
La alegría de llegar a un aeropuerto y que te estén esperando no tiene descripción. Hasta ahora no tuve que ingeniármelas sola, siempre conté con alguien que me esperaba para darme un abrazo de bienvenida. En este caso fue Fabio. Fabio, es mi amigo napolitano a quien conocí en Buenos Aires cuando él realizaba su intercambio en la universidad. Siempre nos llevamos muy bien, y la distancia nos convirtió en amigos. Jamás pensé que lo iba a volver a ver, así que cuando desembarqué y estaba esperando pensé “mierda, estoy en Nápoles”.
Luego de intercambiar los saludos que corresponden, me llevó a su casa en su “machina”. "La sua casa, e comme la mia". Verdaderamente, la gente que estoy cruzando en este viaje se merecen una medalla cósmica por la gentileza y el afecto.
Aparentemente en Nápoles, el huésped es sagrado. Desde que puse un pie en su casa, no pagué un solo peso, ni levanté un solo plato. ¡No me dejaban, juro que intenté!
Al día siguiente, fuimos con Fabio a buscar la moto a la casa de su viejo. Era todo perfecto: Italia en scooter. ¡Qué cliché hermoso!
Y fuimos de paseo. La casa de mi amigo queda en la zona noroeste de la ciudad, y son como bloques departamentales bastante antiguos. A decir verdad, Nápoles es muy antigua en su totalidad; pero no tiene esa antigüedad que tenía Palma, es cincuentosa (1950’s). Parece que terminó la segunda guerra, y nunca más construyeron. Hay muy pocas casas nuevas, y por eso andar por el centro de la ciudad es un espectáculo bastante particular. En primer lugar, conviven calles muy anchas donde parece que el orden vehicular dejó de existir –si es que alguna vez existió-, con callecitas, callejones, pasadizos y todo lo que se imaginen. Allí normalmente es donde se encuentran los barrios más pesados de la ciudad. Barrio “estrella”, o barrio “España”. Me contaba mi amigo que allí, los que viven estacionan sus autos para que la policía no logre entrar a los barrios. Nada, como en casa.
Por eso la primera impresión que tuve de la ciudad es que era muy gris. Esperaba más colorido.
Mi primer contacto con el italiano fue en la casa de Fabio, ya que su mamá no habla otro idioma. La verdad es que no entendí casi nada. Fue raro.   Hasta ahora más o menos venía entendiendo (Bruselas, España) y este salto lingüístico me atacó al cerebro.
Después descubrí que la mamá de Fabio habla muy bajito. Entendí varias cosas, y además empecé a entender porqué Fabio en Buenos Aires se sentía como en casa.
Y la primera parada: pizzería. Para definir a dónde íbamos, Fabio me pregunta en su perfecto porteño “qué preferís? El lugar más lindo con la pizza más o menos, o el lugar más feo con la mejor pizza? Claramente la respuesta fue para la segunda opción. El lugar era magnífico. Una típica pizzería donde el servicio dejaba muchísimo que desear pero la calidad era excelente. Por un momento pensé que estaba en la Pizzería de los Hijos de Puta, de existir.
La palabra que define a Nápoles es QUILOMBO. Ni más ni menos. Pero un quilombo que es diferente al de Buenos Aires, un quilombo estructural.
Realmente vivir ahí debe ser tortuoso.
Volviendo al tema de la pizza, ya me habían advertido que es una pizza grande para uno sólo. Confié en el gusto de Fabio y me entregué al destino (¿). Un rato más tarde tenía frente a mí un platazo con una pizza increíblemente fina como el papel, que llevaba TODO. Tomate, muzzarella, anchoas, albahaca, aceitunas negras y alcaucil. Sí! Alcaucil! Intentar comerla es todo un arte. Obviamente fallé al primer intento y terminé por desistir. Recurrí al cuchillo y tenedor.
El sabor era bastante parecido, pero que quieren que les diga, me gusta más la nuestra.
Después continuamos con nuestra excursión y vi la zona más cara de Nápoles. Se llega subiendo de cara al mar, y se ven las “villas” preciosas, algunas antiguas y otras no tanto.
También pasamos por el “castello dell’ovo”.  Un castillo que está en la costa del mar, imponente. Fue una de las cosas que más disfruté ver.
Yendo de camino al castillo, lo primero que se ve es EL VESUBIO. Es impresionante. Ves una montaña y automáticamente pensás en todo lo que significa: Pompeya, lava, “ojo está cerca”, temblores, el vals, todo. Y sí, un poco las piernas me temblaron cuando vi eso y dije: “hola, Vesubio, te estoy mirando, no explotes por favor”.
Al día siguiente, Fabio tenía una reunión con un importante sastre de Nápoles por la piazza…. Así que yo me quedé en Via Roma y seguí mi camino. Fui hasta la Piazza Dante, donde está la calle Port’alba. Allí, la zona me hizo acordar mucho a Once, o hasta por momentos a Constitución, pero entrando por ese portal parecía que uno se teletransportaba a otro mundo: una callecita llena de librerías, con puestos a la calle, totalmente peatonal. Una belleza de lugar.
Volví a encontrarme con Fabio a la hora citada y estaba esperándome con Gennaro, este sastre. Ahí vi el típico “tipo” de italiano que por lo menos yo, tenía en la cabeza. Morocho, ojos verdes, y con mucho estilo.
Fuimos los tres a tomar un café, y si bien la intención de mi amigo era sostener una conversación en inglés, fue casi imposible, así que fui acostumbrándome –sin remedio- al italiano al punto que si lo hablan despacio, entiendo.
Después de tomar un café con una crema de almendras que sabía fenomenal, y una sfogliatella, partimos a la Sastrería Formosa, a ver a su otro amigo Gennaro. Un sastre de familia de sastres que tiene uno de las sastrerías más importantes de Nápoles, y que tomó a Fabio un poco como su discípulo.
Era un señor muy agradable, muy italiano y por ende, muy argentino. Así que ahora sumo a las cosas que vi, una sastrería en funcionamiento. Asombroso.
Las cenas en casa de Fabio van a ser lo que más extrañe. María su madre, cocina muy bien, y buscó platos típicos para que probara. Yo seguía haciendo turismo culinario.  
Además, me hacía acordar mucho a mi mamá, a quien ya extraño –un poco, pero la extraño- y me reconfortó.
A la noche salimos a tomar algo. La gente de Nápoles no sé cómo poder definirla. Por un momento parece grasa, pero por otro es muy elegante. La misma persona! Se ve que la línea es muy delgada.
Y ahora estoy escribiendo esto en un tren de alta velocidad que tarda una hora en llegar a Roma.

Veremos cómo continúa la aventura!


jueves, 1 de agosto de 2013

Cambia/Cumbia

Una noche
dos noches
tres noches.

Así puedo sostener incansablemente - o por lo menos hasta el vencimiento del cuerpo - el insomnio. 
Esa sensación tan parecida al amor, que hace que se me ericen los pelos, que me sobresalte, que.. Bueno, que todo.
Un ataque totalmente esperado a los nervios. Un pelotón de miedos e inseguridades. Mi único escudo: yo misma. Al horno. 
Es una sensación además comúnmente aceptada, por lo que lo más usual es escuchar "es la experiencia de tu vida". Pero, ¿y si la paso mal? ¿Si me quiero volver cuando tenga -15º de temperatura? A quien engaño, claro que sé que no me voy a querer volver, pero tanta terapia, tanto psicoanálisis no aporta a jugar a que las profecías autocumplidas no existen, y que todo es manejable. 

En fin.
Hace casi un año empezó la aventura. En tres días, me voy a pegar la cabeza contra la ventana del avión que va a estar 13:50 en el aire, para atravesar el mundo y transportarme. 

La sensación? En cualquier momento vienen a avisarme que esto fue un error.

domingo, 21 de julio de 2013

Carta de un hombre enamorado a una mujer enamorada.

A veces, en el fragor del recuerdo, nuestro inconsciente no elige hasta donde viajar y remonta relatos incomprendidos y sorprendentes. Es lo bueno de confirmar que no somos una línea de tiempo, sino que toda nuestra esencia responde a patrones concéntricos, y que vamos y venimos. Comparto una carta de un hombre enamorado a una mujer enamorada.



 Hasta que te conocí, la vida no había hecho gran cosa conmigo, jamás me había sentido apremiado. Aún hoy me cuesta aceptar que soy feliz, y que aceptar ser feliz no significa estancarse. Creo que no debemos estancarnos ni exigir, sino construir con nuestras propias manos nuestra vida donde quepa la vida del otro. Quiero que el día de mañana me presente la aventura de encontrarme con miles de preguntas y momentos por vivir, pero con la certeza que seré feliz y con vos. Nosotros no podemos determinar el futuro pero si incidir en él, pero eso sólo es posible si tomamos el presente como nuestro, como "clase para sí" según Marx. Darnos cuenta que escribimos nuestra propia historia y sólo podremos hacerlo tomando la vida por nuestras propias manos. De vos y de mi también depende explotar positivamente nuestra capacidad de incidencia en el otro. De intentar mostrarle que más allá de lo que el pasado pudo haber querido asustar, somos las personas más afortunadas. De mi, hacerte sentir la mujer más feliz del mundo, de vos hacerme sentir el hombre más feliz del mundo, saber vivir cada momento :). Disponernos a encender al menos una pequeña lucecita en los ojos del otro; el mejor remedio contra el cansancio. Yo no soy tu payaso, :p; el aburrimiento se vence divirtiéndose uno divirtiendo al otro. Saber valorarse y valorar al otro, no minimizarlo. Es una disposición cultural alienante pero alienable; saber que disponemos del otro todo el tiempo y que el otro nos necesite es muy fácil de relacionar con una tendencia a sentirse por encima del otro... o de creer que uno es más importante para el otro que lo que el otro es para uno. Es un mal que debemos combatir. Ponerle mariposas al otro siempre que esté a nuestro alcance. :) Te amo. Increíble, pasional y perpetuamente, te amo. Quiero vivir con vos, dormir todos los días abrazado a vos, comer, estudiar, bañarme, revistar los mails, salir a caminar, tomar un café, hablar de política, hablar del mundo, debatir sobre nosotros y el resto, sobre el clima y sobre la estructura jurídica nacional, compartir el zapatismo y el socialismo, nuestras utopías y nuestro miedos, hacer el amor con vos todos los días, besar tu piel, salir de joda y embriagarnos siempre que podamos, compartir nuestros amigos, volver a Mar del Plata, fumar porro cuando dá, ir a tomar café, escuchar y compartir (y tocar!!!) música, decirnos "te amo" todas las noches antes de dormir, divertirnos, amarnos, contarnos chistes, acompañarnos, ayudarnos, apreciarnos, teclearnos, jugar al 5000 o al truco, tomar vino solos, ver películas, respirarnos, solidarizarnos, mimetizarnos, compartir familias, ¿dije hacer el amor todos los días?, vestirnos, tocarnos, calentarnos, calentarnos, besarnos, ¿dije hacer el amor todos los días?, compartir emociones y tristezas, miedos, llorar, contenernos, en fin. Porque te quiero, te adoro y te amo, porque sos lo más lindo que me pudo pasar en la vida, Te amo. 


Y es bueno recordar, que eso que siempre queremos volver a vivir, puede desbarrancar.



"Mal de muchos, consuelo de tontos".

martes, 27 de marzo de 2012

Un cuenco/beso


Un beso.
Ese momento en el cual, sólo por un instante, imagínese ser un cuenco vacío. Sí, imagine que todo su interior no está repleto de sangre, piel, viscocidades, cosas desagradables e imagine que simplemente es su piel que por dentro tiene una capa cerámica.
Ahora, posiciónese frente a este cuenco. Usted lo toma, lo observa y grita dentro de él. Sienta como vibra, como se retuercen los sonidos. Es más, intente dibujar con su mente los vectores que forman las partículas del sonido, rebotando por doquier, y volviéndolo a hacer, hasta que salen.
Imagine que dentro de ese cuenco puede escuchar su canción preferida. Esa, con una melodía incansable, acordes impensados en esa continución. Ese ideal musical. Ay! Música, qué has hecho de nosotros? Se vuelve un eco. Un resonar de emoción. Ese vaivén producido por la vibración, en sus manos, en su cara, en su piel. Ahora imagine que el cuenco frente al que está, es su cuerpo. Que lo que se aflije al sonido son sus manos, su cara y su piel, asociadas. Ahora las partículas que ingresaron a usted, cargadas de la vibración justa para crear un sonido que sea el acorde seleccionado, al volumen indicado, y que no lo abandonan. Esos segundos en que tardan en irse, donde se abalanzan como una explosión sobre toda la superficie del cuenco, de su cuenco, bueno, de usted.
Es esa manera de sentir la que quiero que imagine. Esa que cuando se descuida, se escapa un poco sin que se entere. Y por un momento se dispara en una extremidad, tamborileando un dedo, chascando la lengua. Esa sensación incontrolable de sonreír.
Bueno, contenga esta idea.
Ahora, para llegar a mi punto, le voy a pedir que recuerde el último beso que le dieron. No el de anoche, sino otro. Ese que usted considera que no pudo dejar ir.
¿Cómo maneja ese pensar constante? ¿Esa fijación con recordar cada arista de un labio, cada cambio de intencionalidad? No, es imposible olvidar esa sensación. Cierre los ojos, ¿no ve acaso como ese beso, va brotando por dentro? De nuevo, usted es un cuenco. Y cómo quizás temblaba porque respiraba agitado, - porque un beso calmo, es completamente agitado - ; esa idea que ahora lo atormenta, lo ataca ofensivamente mediante la estrategia de la sorpresa. Quizás mientras escucha esa misma canción, que le pedí que recordara al inicio de esta charla. Esa, que ingresaba a usted como un cuenco vacío.
Ahora, entiende porqué le digo que los besos son como las buenas melodías? Nos hacen vibrar, con tensión, el tiempo necesario, y nunca más podemos olvidarnos de ellos.

lunes, 26 de marzo de 2012

S/T

Me voy a acostar conmigo y alguien.
Ese alguien merodea, está presente por momentos y ausente por horas.
En fin, pensando en el aquí y ahora, como habíamos pedido poder lograr, invoco esta compañia. La transmito y la siento. En toda mi piel, en toda. Recuerdo y me estremezco, por viejo y trillado que suene. A veces uno logra comprender las frases del consciente colectivo.

Como digo,

Te espero, en la vigilia del sueño.
En el borde de la cama, para cuando quieras venir.